En la silenciosa quietud
de las piedras, la magia del sueño los tornaba vivos esperando
poder infligir el castigo adecuado si sucumbían a las tentaciones
presentadas en algunas esculturas, como la mostrada a través de bellas bailarinas realizando forzadas contorsiones llegando a rozar el suelo con sus voluptuosos cabellos.
Junto a ello, los infieles
que en oleadas periódicas de castigo arrasaban templos y viviendas.
En ellos la Iglesia personalizó la esencia del mal incitando
de forma vehemente a la unión de los príncipes cristianos
para derrotarlos: las Cruzadas, cuyo primer ensayo general posiblemente
se libró en la toma de Barbastro allá por 1064.
Aragón. Nombre
de un río. Nombre de un pequeño reino que creció
gracias a los monarcas de la dinastía de Ramiro I. En fin, motivo
parlante en lo alto del yelmo real a partir de Pedro IV quien ideara
tan ingenioso jeroglífico: "Dragón" y "D´Aragón"
se pronuncian de idéntica forma.
Pequeño monstruo
alado coronando la cabeza regia. Representación de la esencia
del mal en antiguos capiteles de arte francés que “domesticado”
perdura en las heráldicas de Teruel o Valencia en forma de murciélago.
Son bellas formas talladas
en la piedra. Su magia está congelada, suspendida; pero no bajes la
guardia, amigo, porque su mensaje sigue vivo.
Hoy nuestros demonios
adoptan muchas otras formas, aunque continúan estando allí,
agazapados esperando que el sol se ponga para procurarnos tormento.
Más de mil años llevan ya sueltos y siguen intentando
extraviar a los hombres y a las naciones.
"Fueron
sueltos los cuatro ángeles, que estaban preparados para
la hora y para el día y para el mes y para el año,
a fin de que diesen muerte a la tercera parte de los hombres.
El
número de los del ejército de la caballería
era de dos miríadas de miríadas; yo oí su
número.
Asimismo
vi en la visión los caballos y los que cabalgaban sobre
ellos, que tenían corazas color de fuego y de jacinto
y de azufre; y las cabezas de los caballos eran como cabezas de
leones y de su boca salía fuego y humo y azufre".
(Apocalipsis,
9: 15-18)
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En ese lejano momento medieval
la historia se repitió. Una vez más.
Como siempre. Como ayer. Como mañana. Grupos de gentes -no muy
numerosos- lograron tomar el control, adoctrinando y dirigiendo a la gran masa
media que solo espera a que alguien la lidere.
Nuestra historia tiene claros antecedentes
en ese sentido. Así ocurrió en la dominación Islámica.
Y en el reino Visigodo de Toledo. En la época del Románico es el pontífice
romano y su cabeza de puente para lograr el éxito, no es otra
que Cluny. Una vez más triunfan las ideas de adoctrinamiento
basadas en el orden social, la atención a las necesidades del
día a día y la inculcación de un sentido de trascendencia
a lo puramente temporal con escalas de premios y castigos según
los méritos de cada uno.
No son casuales las escenas sobrecogedoras
de Juicio Final en los tímpanos de estos templos ni las de Psicostasis
como traducción del juicio personal frente al colectivo. Cluny
y Roma tuvieron éxito. Y su "marca visible" (el Románico)
se extendió por toda la cristiandad. No hay sino mirar a nuestro
alrededor.
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